Rendido ante una visión,
mis ojos perdieron luz y
encendieron lágrimas al posar
la eterna ilusión en unas manos
señeras y tristes.
Rendido ante una mirada,
mis ojos quedaron perdidos
en lo profundo de una voz
llamando mi nombre insondable
de ayer.
Rendido ante una luz, mis ojos
llegaron a la indescifrable razón
de prohibir miradas que se claven
en el corazón cual esperanza
de fe.
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