Resulta que se acaba el dos mil trece
aciago en esperanzas e ilusiones,
ojalá que no falten los bombones
que semejante fiesta se merece.
Pues a mí celebrarlo me apetece
con un buen vino y unos cuantos rones,
que si alegres están los corazones
a buen seguro la fortuna crece.
Así que repiquemos las campanas
con amor y la más sana alegría
el tiempo que permita nuestro coco,
al levantarnos todas las mañanas
en libertad, sin que cualquier manía
nos amargue la vida del sofoco.-
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