Y así me zurro noche y día andando
con ojos de felino en la asechanza,
porque ya se me arruina la esperanza
de seguir por el mundo imaginando.
Poco de niño queda deseando,
llegar de sabio a viejo, en la confianza
de saberme librar de la añoranza
que tras mía se viene remolcando.
Y es que no siempre me resulta sano
mirar pasar el tiempo, simplemente
desde la paz confusa de mi cueva,
sin pactar parecer un vil gusano
con el falso disfraz sobre mi frente
como absoluta y solitaria prueba.
|