La bruma de tu faz sublime marca
en la noche fugaz y transparente.
El negro de tus ojos... siempre abarca
las perlas de rubor serenamente.
Esa urdimbre de luz tal vez tan parca
de pronto eclipsó, tardíamente,
el aire carmesí de la comarca
y el toque de tu labio indiferente.
Sea entonces luz y bruma el alto faro
que guíe mis bajeles por los lagos
y alumbre tus fastuosas catedrales.
Renueves mi pasión y sea mi amparo
el toque de tu mano, los halagos
de tus ojos paganos... ¡colosales...!
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