Un día, el Amor se declaró en escandalosa huelga.
El mundo se colapsó, nadie amar a nadie podía.
La gente lloraba, como en una tragedia griega,
había tristeza y desilusión, sin Amor todo moriría.
Los besos y abrazos brillaban por su ausencia,
los piropos se tornaron en flagrantes insultos
y en las calles, los novios no mostraban su querencia;
se fueron las sonrisas, sólo hubo gestos duros.
Las ventas de flores y regalos, se desplomaron,
pero se incrementaron las de armas de todo tipo;
los santos y cumpleaños, fueron totalmente olvidados
y el desamor se apoderó de grandes y de chicos.
Llamó entonces Dios al célebre huelguista Amor,
le pidió explicaciones y éste, respuestas ofreció.
Su huelga, decía, tratando de justificar la razón,
era porque a muchos, usando mal su nombre sorprendió.
Dios escuchó del Amor todos los argumentos.
Luego, con suave voz, le dijo a su interlocutor:
-Nada de esto desconozco, ni los falsos juramentos,
pero ¿quién eres tú, para proceder con tal furor?
En ese momento, el Amor comprendió su error:
la gente nunca amaría, sincera y verdaderamente,
en tanto no tuviese a Dios en su corazón,
se arrepintió y ofreció disculpas, inmediatamente.
El Amor retorno, pues, para satisfacción de unos,
de aquellos que aman y creen en él sinceramente,
no como pretexto ni conveniencia de otros muchos,
que se valen de su nombre sólo para actuar arpíamente.
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