Y cómo no, recuerdo aún las restas
y sumas convertidas en castigo,
a mi esqueleto pongo por testigo
que jamás he buscado las respuestas.
Y pobre que mostrara mis protestas,
seguro que perdía un gran amigo,
de los que hoy ni siquiera ya persigo
para cambiarle cifras por apuestas.
Así cada maestro me mostraba
a Dios en una mano, el palo en la otra,
y en nombre de la Patria su doctrina,
que la letra con sangre bien entraba,
y si acaso contaba con la potra
bien podría ahorrarme la tollina.
|