De repente te vi aquella tarde,
pasarme por el lado muy risueño.
Y desde ese día en mi pecho arde,
el afán bendito que seas mi dueño.
De repente te quise con el alma,
sin saber tu vida te di el corazón.
Con tus lindos ojos robaste mi calma,
con tu bella boca sellaste mi amor.
Y así de repente sucesivamente,
nos vamos queriendo cada día más.
Tú eres el acero, me atraes mutuamente,
y yo te obedezco porque soy tu imán.
|