Quien para comprender mis alegrías.
Quien para aliviar mis desalientos.
Quien para disminuir mis agonías,
quien para compartir mis sufrimientos.
Quien para ayudarme en la caída,
quien para perdonar mis cien errores.
Llamándome a su vez ¡hija querida!
sin gritos, sin insultos, sin rencores.
Ese quien eres tú ¡madre querida!
Y aunque muy lejos de mi vida estás,
alumbras el sendero de mi vida.
con esa luz ¡que solo tú me das!
|